A mi madre le gustaba el amanecer.
Con el canto de los pájaros su corazón se llenaba de
alegría, especialmente con el saludo del amigo mirlo. La luz iba
intensificándose y la retina la absorbe para hacerle llegar al cerebro la
vibración fuerte de vidas contenida en ella. Nubes rosadas, ramas verdes de
árboles, parloteo de aves, flores dispuestas a terminar de abrirse y ofrecernos
sus múltiples colores y perfumes.
Con la fuerza del día todo es posible, quedan atrás
en las sombras temores y cavilaciones, obsesiones y vanidades, muerte. La luz
lo inunda todo, en múltiples ocasiones también el sol, y ante este el
despliegue de este manto de alta frecuencia el ser sabe y siente que puede
expansionarse, crecer, absorto en la contemplación del alba, despidiendo a las
estrellas y a la luna, saludando a los colores del arco iris, filamentos
renovadores para el alma.
A mi madre le gustaba el amanecer y juntas, ella
allá en el cielo tan merecido y yo aún en este hermoso planeta, damos las
gracias por la Vida que nos permite la comunión en el amor con tanta belleza y
armonía, ternura y felicidad. Éxtasis, cantos en silencio exultantes de gozo en
Dios. No existe nunca la soledad, nunca estamos solos.
Amanecer, renacer. Fe y Confianza. Calma y sosiego.
Acercándonos al cielo, una vez más.
Reflexiones escritas en septiembre de 2012, cuando el punto de la edad conectaba con mi Luna natal; tránsitos de Saturno, Marte y Venus a mi Saturno natal. La Luna vinculada a recuerdos, la niña interior, la infancia, la inteligencia emocional en el modelo astrológico.
Publicado el 30 de diciembre 2024, cuando el punto de la edad conecta con mi Saturno natal, Neptuno en tránsito en conjunción con mi Saturno natal. Yendo más allá de la conciencia corporal, inteligencia corporal asociada a Saturno, este planeta también representa a la madre.