El planeta Venus
entró en el signo de Tauro y siendo este signo uno de los signos del zodiaco más vinculados al apetito, al placer que proporciona el buen comer y la vida
sedentaria y perezosa (¡sin que por ello los nativos de este signo se vean
ahora acusados todos ellos de ser así!)me invita a sumergirme en el problema
que, sin embargo, supone para algunas personas precisamente la alimentación y
la comida en relación a su energía venusina, a la proyección en el mundo de su
energía venusina en cuanto necesidad de ser aceptados, amados y, por tanto,
resultar complacientes y obedientes a las modas, corrientes y estereotipos
propuestos por diseñadores y diseñadoras de moda.
En su afán por
conquistar y por seducir el arquetipo de
Venus en algunos jóvenes se convierte en sádico, castigador, castrador,
autoridad que conduce a la exclavitud, a la renuncia, a la desconexión con las
propias necesidades, con los propios valores e ideales. El problema es que la
anorexia suele empezar a edades tempranas, en la pubertad y en la adolescencia,
cuando la personalidad no está formada y se encuentra por ello muy permeable a
las opiniones externas sin haberse formado interiormente aún el propio código
de ideales por el que regir la existencia.
La desconexión
con las necesidades de alimentación y cuidado del propio cuerpo para servir tan
sólo de marioneta a dirigentes del mundo de la moda es un problema profundo y
de graves consecuencias.
Precisamente la
energía de Venus, tanto de Libra como de Tauro, es la búsqueda de placer, de
belleza, de armonía, de autocomplacencia. Pero es terrible responder a las
expectativas de los demás antes de haberse fundamentado en el interior lo que
de verdad a uno le agrada, le gratifica, le complace, le motiva en la existencia.
Tal vez falta en estas personalidades la fuerza de una rebeldía contra los
tiranos de la imagen ideal de belleza, fuerza que se orienta hacia la propia
autodestrucción en un afán por renunciar a la búsqueda personal de belleza,
armonía y equilibrio que satisfagan las propias expectativas, no las
expectativas de otras personas, en este caso además, adultas.
Si alguien puede
despertar nuestra inteligencia corriente ese es Urano, el supramental, el
genio, el arquetipo que nos puede sintonizar con la verdad que nos conduce a la
libertad interior.
Y si alguien
puede estar implicado en la anorexia seguramente sea Neptuno, un arquetipo que
puede subyugarnos a los deseos de los demás, es ese sentirse hipnotizado y
programado para atender las respuestas y expectativas de otras personas,
huyendo, siempre hay una connotación de escapismo, de los propios complejos, de
inferioridad, de culpa, de miedo, de abandono, de impotencia y entrando en una
dinámica constante de autocastigo e inmolación, no para satisfacer unas leyes o
reglas impuestas en un grupo religioso, en este caso son las reglas y normas de
un grupo social que desea alcanzar el poder, Plutón, para controlar los
parámetros que definen la belleza, la moda y lo que debe ser un cuerpo perfecto
en su apariencia para desfilar en la pasarela de la vida cotidiana. Neptuno es
un arquetipo que puede traer en su expresión negativa precisamente el velo de
la ilusión, la mentira, la fantasía que nos confunde y, que por tanto, puede
conseguir lo más preciado, el propio poder personal.
Evidentemente
llega un momento en que hay que afrontar la realidad y madurar. Cuando Saturno
está a punto de completar su primera vuelta del ciclo, hacia los 28 o 30 años,
nos confronta precisamente con los límites y suele emplear la frustración, el
pesimismo e incluso la depresión para que paremos y nos ocupemos de la
realidad, empezando por la del propio cuerpo físico. Acaso seamos nosotros
mismos los que estamos utilizando esta energía castradora de Saturno. Llega el
momento en que es realmente importante convertirse en el propio padre y madre
del niño interior. Es necesario afrontar las carencias de la infancia y las
imperfecciones de los padres y de la familia en la que hemos nacido, es
necesario afrontar las dependencias a las que nos hemos sometido.
La fuerza está
ahí, es la hora, es el momento, el Universo está dispuesto a darnos todo lo
necesario, la Vida
está a nuestra disposición para que podamos experimentarla en toda su plenitud.
Podemos elegir y
romper el vínculo que mantenemos con hábitos destructivos, no porque nos
censuren por ello, ya sea por comer en exceso -bulimia (Júpiter)- como por rechazar el
alimento- anorexia. Va más allá de la censura, de la crítica, de la reprobación, es cuestión de tomar en nuestras
manos nuestro destino y nuestra vida y decidir buscar, encontrar un sentido a nuestra existencia y la
valía que nos caracteriza para cumplir nuestro cometido aquí y ahora, por qué decidimos venir a este planeta. Las respuestas te esperan.
La transformación es posible.
A pesar de la
soledad y del dolor esta crisis puede impulsarnos hacia estados nuevos de
bienestar, a esta edad estamos a punto de finalizar un recorrido que nos ha
confrontado a las consecuencias de nuestro karma anterior, nos confronta a todo
aquello que dejamos sin arreglar, que dejamos sin solucionar, es el tiempo de
los encuentros con personas con quienes no cerramos bien la relación, y es la
oportunidad de liberarnos de todo ello, hacernos más conscientes de nuestra
fuerza y de nuestro saber.
La anorexia es
compleja pero quiero resaltar ese aspecto intrínseco que hay en ella, una
personalidad debilitada que se deja llevar, un sentimiento interno de búsqueda
y exigencia de perfección, reacciones y respuesta excesivamente radicales (todo
o nada), necesidad de amor y de afecto enormes, dificultad para expresar amor y
afecto, problemas en las relaciones, porque es necesario llamar a las cosas por
su nombre para poder trabajar con ellas, es necesario encender la luz interior
para aceptar y ponernos manos a la obra con aquello que hemos de remodelar. Es
el momento tal vez de asumir los sentimientos de abandono, de soledad, la falta
de amor, los rechazos que hayamos podido experimentar, en esta vida o en otras.
Es el momento ideal para empezar a realizar un trabajo de autoconomiento y
desarrollar la propia autoestima, es el momento de aprender a amarnos, a
respetarnos, a valorarnos, a afianzarnos en nuestro potencial, todos los valores
profundos y esenciales que traemos para desarrollar múltiples dones y talentos,
por nosotros mismos, para nuestro propio crecimiento y desarrollo, y, por
supuesto, para servir a la sociedad y contribuir a crear un mundo de amor, de
belleza, de armonía y de perfección, según los ideales y valores esenciales, lo
que de verdad importa como seres humanos.
Estudiar mucho,
tener un cuerpo perfecto según la imposición de modas y diseños, conseguir
muchos títulos y medallas, todo este trabajo por crear una imagen externa
adaptada a las exigencia de la tiranía de una sociedad banal y efímera no harán
más que producir interiormente insatisfacción y tristeza, amargura y mal humor.
Pero siempre, siempre, se puede salir de esta prisión interior y siempre, siempre,
habrá alguien cerca que nos ayude a lograrlo, que favorezca la activación de
nuestra propia voluntad y poder personal, nunca estamos solos. El Universo está
atento a cualquier plegaria y grito que solicite salir de la rueda de dolor,
del encierro y del infierno en el que
nos hayamos ido nosotros mismos dejando engullir debido a decisiones
inadecuadas, ya sea la primera “dejarnos llevar”, omitir precisamente el uso de
nuestra capacidad de afirmación.
Aquellos que
padecen problemas y desajustes en los hábitos alimentarios tienen posiblemente
gran capacidad de amor, que han de aprender a sublimar, que han de aprender a
canalizar, a expresar para alcanzar la comunión, no la fusión que nos conduce a
la dependencia y a la propia anulación, son espíritus idealistas que han de
aprender en la práctica del día a día a colaborar para realizar poco a poco
pequeñas, o grandes, obras que contribuyan precisamente al bienestar de la
sociedad, de la humanidad.
Podemos sublimar
nuestras elevadas energías internas cuando chocan y contrastan con los valores
de una sociedad inmadura que tiende a vivir de una manera superficial, enfocada
en lo exterior, en la lucha, el conflicto, las apariencias. En torno a los 28 años está en nuestras manos empezar a trabajar más que nunca en la
reestructuración de nuestro yo profundo. Es el momento para una sanación
intensa porque llegamos a un final de ciclo que nos muestra la puerta de un
camino que se abre por delante diferente, nuevo, en el que somos cocreadores de
nuestra realidad. Es el momento idóneo para trabajar y afrontar cualquier parte
oscura de nuestra personalidad, de integrarla. Siempre, siempre aparecerán los
recursos, las personas y los medios para favorecer nuestras iniciativas. Tan
sólo es cuestión de darnos tiempo, de confiar, de perseverar y seguir siempre
con la mirada puesta en nuestros objetivos elevados. Hemos de elegir para
enfocar nuestras energías, elegir la paz interior, un estado de bienestar y
serenidad que se alimenta de un centro de luz y fuerza emanado constantemente
del Espíritu.
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