Algo
se acaba, algo muere, nada permanece. Se van de nuestro lado seres queridos,
cambiamos de trabajo, cambiamos de casa y de barrio, cambiamos de status; cambiamos de aptitudes, de creencias, de valores; cambiamos de forma de vestir,
cambiamos de gustos musicales, cambiamos de valores... ¡Cambiamos! El cambio y
el movimiento están presentes en nuestra vida. Nada permanece.
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Pintura de Joseph Wright |
Pero
los cambios que nos impone el "destino", los cambios en los que
vivimos inmersos como individuos de la sociedad, los cambios que provocamos nosotros, pueden suponer momentos de desestabilización que nos obligan a mirar dentro de nosotros
mismos, a anclarnos en nuestros cimientos, los fundamentos y pilares de nuestra
vida intentando mantener el equilibrio, aprendiendo a ser serenos, navegar
tranquilos por las aguas tormentosas. Tal vez precisamente es entonces cuándo
nos damos cuenta de que hay algo más que hemos de hacer, que no sólo estamos
aquí para "soportar" y "adaptarnos" ante y por los cambios que
surgen, o aquellos que organizamos nosotros mismos, sino que todo esto tiene sentido si nuestra
visión de la realidad nos permite irnos transformando, mutando. En el lenguaje
simbólico de la Astrología, ¡estas son las fuerzas de Escorpio! ¡Transformación!
¡Ya nada es igual que antes! Y, ahora, ahora sí que estamos avanzando. ¡Hemos mutado!
Eso
sí, permitámonos momentos de descanso y sosiego tras cada fase de
transformación y renacimiento. La energía empleada ha sido muy grande,
permitámonos como cuando practicamos cualquier deporte activo, parar, disfrutar de la
fase de "recuperación". Así también nuestro corazón retorna a su
ritmo particular desde el cual puede desplegar toda su fuerza y canalizar la
energía e inspiraciones del Alma.
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