Las cuatro de la mañana; las cinco. ¡No puedo más!
No consigo conciliar el sueño. Con antojo de fruta, salgo a la terraza. ¡Cómo
brilla el cielo! Cual plateados racimos de uvas bailando en la distancia sobre
este telón azul noche, las estrellas. Como fruta madura parecen invitarme a
extender mi mano y alcanzarlas atrayéndolas a mi agitado corazón. Su luz de oro
despejaría las dudas de mi mente, su fresco néctar haría descender la fiebre
que padezco. Su magia… ¡Oh, su magia! ¡Me transporta de nuevo al anhelado
Paraíso perdido!
El cósmico cesto de planetas, estrellas, Vía Láctea
y otros apetitosos frutos estelares nos invita a vivir una cosecha de Armonía.
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