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12 enero 2012

2012, tiempos de cambios y tensión, tiempo de discernimiento y amor

Vivimos en unos tiempos en los que los medios de comunicación gozan de una expansión mundial enorme. Para todos es fácil recibir toda clase de noticias que busquemos e información, a la vez que todos podemos participar, de una manera u otra, aportando al caudal de reseñas nuestra propia visión, experiencias y conocimientos.
Podemos acceder todos a esta “red”, “estar en red”. Precisamente por ello debemos estar más atentos que nunca, con los cinco sentidos bien despiertos, y digo más, con el sexto sentido también lo más desarrollado que podamos, cada uno con las técnicas que conozca y que desee ir desarrollando. Y no sólo necesitaremos afinar la intuición, también el Discernimiento será clave para esta época en la que todo cambia muy deprisa. Lo que hoy es noticia mañana deja de interesar, época en la que todos hacemos varias cosas a la vez, como leer un artículo mientras escuchamos música y de reojo vemos un vídeo, y por si fuera poco nos suena la alerta porque alguien nos reclama por el chat. Estamos hiperestimulados, y esto puede ser muy interesante, pero también tiene sus desventajas: la dispersión y el agotamiento nervioso. Como consecuencia de ello podemos no tener tan claro qué debemos hacer ni qué es mejor para nosotros, para nuestra familia, para la comunidad, para la sociedad; perdemos un poco el sentido y la coherencia, embriagados con estos chorros de información que nos llegan por todas partes.
 
Es tiempo de discernimiento, de parar y reflexionar, objetivamente, analizar, utilizar la lógica y la razón, pero también la intuición, y sin que falte la visión que nos da el corazón, aunque, precisamente en estos tiempos, suene cursi esto del corazón, la poesía, lo delicado.
Pero más que nunca tal vez conviene no dejarse arrastrar por estas corrientes uranianas de exceso de energía mental, eléctrica y magnética que amenaza con bloquear nuestros circuitos cuando llegamos a extremos. Descansar lo necesario, llevar una buena dieta con alimentos sanos y naturales, dedicarnos tiempo a nosotros mismos para recuperar un ritmo respiratorio normal, oxigenar nuestras células, nuestro cerebro, ¡nuestros sentidos!
Pongamos atención a ello para que en estos tiempos de cambios conservemos nuestro poder personal y no seamos arrastrados por corrientes apocalípticas que surgen en diversas esquinas de nuestra vida cotidiana. Noticias sensacionalistas, imágenes que tratan de captar nuestra atención impactando sobre nuestras emociones, y lo que más hemos de vigilar, precisamente, es la inyección de miedo, incertidumbre, pesimismo, oscuridad que estas sombras viscosas traen en su interior.
 
No olvidemos nunca que el ser humano posee la maravillosa y única capacidad de amar, de elegir el amor y la solidaridad, y que este don precioso posee la fuerza alquímica de transformar y transmutar cualquier situación crítica. Es tiempo para recordar que merece la pena vivir por y para el amor, y el amor reside en el corazón. Así que nos conviene a todos conectarnos con nuestro corazón a diario, y en varias ocasiones, porque en el corazón reside el maravilloso don de la alegría. Y todo lo que tengamos que hacer para mantener la alegría es poco, de ello depende nuestra sensación de bienestar. A través de la Fe, en este poderoso don del amor con que nos ha dotado la Vida podremos siempre, siempre, unir nuestros corazones y transformar cualquier situación, juntos, solidariamente, con responsabilidad y generosidad, y esta última, brota del corazón. Cualquier información, hablada, escrita, en imágenes, por cualquier medio que nos llegue, y que nos apague la luz del corazón, todo aquel o aquello que aporte ansiedad, que bloquee la alegría, que sospechemos que no procede de la Fuente de la Vida; utilicemos el discernimiento, conectémonos con nuestro corazón para elegir por qué caminos queremos de verdad y nos conviene ir, con qué compañías, qué actividades practicar, cómo organizar el ocio, qué leemos, qué vemos.
 
Desde el corazón podremos siempre fluir con los cambios. La vida es un continuo cambio, así que no pretendamos una falsa seguridad. Nuestro cuerpo es un ejemplo de este constante fluir, entrar y salir, tomar y soltar. Mantengamos nuestro corazón alerta, conectémonos cada día, y en varias ocasiones, con la fuerza, la potencia y la alegría de nuestro corazón. Desde ahí, todo es posible, pues es el motor principal, y desde él sus pulsiones nos aportan la fuerza necesaria para nuestros pensamientos, para nuestra capacidad creativa, para realizar nuestros ideales y vivir en plenitud de acuerdo a nuestros valores más sagrados y esenciales.

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